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ailema pretende ser un blog personal. Desde aquí mi agradecimiento a todos quienes lo hacen posible.

La banalidad del amor

La banalidad del amor

Una vez más, en esa búsqueda y des-encuentro maravilloso -con él y conmigo- con los comportamientos propios y de las otras personas, no tengo palabras. Y doy con un artículo publicado en un blog por una madre dolida que me llega hasta lo más hondo.

Otro escrito de tal modo que enternece y piensas, esa persona es un amor. Noticias desde Gaza sobrecogedoras... Es demasiado para mi que no tengo nada de valiente, ni con la facilidad para expresarme que quisiera. Lo peor la impotencia que se siente demasiadas veces.

Es la vida que pasa por la “Red”, que diría una amiga que si sabe, y todo eso y más ocurre que te hace sentir más pequeña como individuo y, quizás, grande a la vez como persona. Son hechos que asustan muchas veces, otras te reconcilian y entonces agradeces cada pequeño gesto por mejorar la situación. Así como el conocimiento, esfuerzo y buen hacer de quienes cuentan la historia vida e ideas propias o de otros, de tantas y buenas maneras.

Hoy quisiera lo mejor, para mi querida amiga que lo está pasando mal desde hace tanto tiempo... Seguro que sólo ha sido un bajón. Y para mi otro amigo que también, aunque en vía de solución. Pronto le extirparan unos bultitos traidores que no le han dejado pasar la última “iteuve”. Si, ellos son dos amigos virtuales a quienes tengo mucho cariño, y que para mi son dos maestros de fuerza coraje y vida. Se os quiere amigos.

Si, ya sé que con eso de copiar y pegar cada vez me alejo más de hacer lo que me gustaría. O lo que es lo mismo, que éste rinconcillo fuera realmente una página personal donde tratar de expresar y compartir del mejor modo mis cosas. Pero es que no puedo evitar escuchar cuando los maestros hablan. También va por ti, querida S.

 

Sobre Hannah Arendt y Rosa Luxemburgo

La banalidad del amor

Por Osvaldo Bayer:

Desde Bonn, Alemania Federal

Sí. Tal cual. En vez de La banalidad de la Maldad, como subtituló la ensayista judía Hanna Arendt su libro sobre Eichmann, se ha estrenado una obra teatral en Alemania que lleva por título La banalidad del amor. Y justo se refiere a la relación entre la misma Hanna Arendt con el filósofo alemán Martín Heidegger, quien en 1933 se afilió al partido nazi. Una relación que nadie –la mayoría– ha podido entender todavía. La autora de la obra de teatro también es judía, se llama Savyon Liebrecht y trata de interpretar en la obra de ficción esa relación entre dos personas tan distintas en sus ideologías. La obra se ha estrenado con un gran éxito de público. No es para menos.

Antes de morir, Hannah Arendt declaró: “Me siento elevada hasta hoy por Heidegger como ser pensante y como mujer”. Sí, una escritora que describió como pocos la miseria absoluta de pensamiento del nazismo.

El comienzo de esa relación fue la del profesor con la alumna. Heidegger era ya, a los 35 años, en 1924, un profesor de filosofía cuyos libros habían comenzado a trascender en todo el mundo. Ella, de 17 años, era su alumna. Profesor y alumna pasaron muchas horas muy enamorados en una cabaña no muy lejana de la casa de Heidegger, quien era casado con dos hijos. La relación amorosa fue muy intensa entre 1924 y 1926, hasta que después ella se fue a estudiar a otra universidad. En 1929 Hanna se casó con el escritor Günther Anders. En 1933 ella comienza a hacer una labor muy intensa en defensa de los judíos alemanes y Heidegger se afilia al partido nazi y es elegido rector de la Universidad Albert-Ludwig.

La pregunta es: cómo un hombre de estudios y pensamientos tan profundos como Heidegger pudo apartarse tan profundamente de la ética. Nunca pidió disculpas a la humanidad por haber apoyado en ese momento a un régimen absolutamente racista y totalitario. Tal vez al quedar al desnudo su equivocación o su oportunismo podría haber declarado: sí, yo tal vez fui un genio pero no fui un sabio. Me dejé llevar por los entusiasmos (tal vez la mejor palabra sería oportunismo) de ese entonces pero no supe jugarme por los principios éticos que tienen que ser irrenunciables en todo momento, aunque sea ante el peligro de muerte, de cárcel, de pérdida de posición y más cuando se es un docente famoso. No, nunca se sintió culpable de nada.

Hanna Arendt fue presa por la Gestapo en 1933. En 1937 le fue quitada la ciudadanía alemana y finalmente emigró, primero a Francia y desde 1941 vivirá en Estados Unidos. Allí dedicó sus mejores horas a luchar contra el Holocausto y formó parte de la Reconstrucción Cultural Judía. Terminada la guerra, en 1950, Hanna volvió a visitar a Heidegger y mantuvo una nutrida correspondencia con él hasta que Heidegger murió en 1976. Además se preocupó para que los últimos libros de Heidegger se editaran en Estados Unidos y que las traducciones sean excelentes.

Pero claro, el tema no es sólo Heidegger, sino también Hanna Arendt. Ella, que vivió en carne propia toda la injusticia nazi y su total irracionalidad. Ella que asistió al juicio de Eichmann y supo describir en su libro toda la trivialidad de un asesino de masas, un autor de crímenes de lesa humanidad, pero al mismo tiempo un representante típico de un sistema al que adhirió su amado Heidegger. Cómo nos puede explicar ella que, después de la caída del nazismo, fue a visitarlo y no le pidió que reconociera públicamente haberse equivocado. No, sigue su amistad. Hanna Arendt se conforma tal vez con la única defensa de sí mismo que ensaya Heidegger: “Hitler me engañó, me traicionó”. Un hombre de la inteligencia de Heidegger no puede dejarse engañar por un demagogo que ya en los años ’20 basó su marcha hacia el poder con su injustificable racismo. Hanna Arendt escribirá muchos años después, buscando una interpretación, tal vez de Heidegger o tal vez de ella misma, lo siguiente: “Nosotros, que queremos honrar a los pensadores, y aunque nuestro lugar de residencia se encuentre en el centro del mundo, no podemos dejar de sentir como llamativo y al mismo tiempo enojoso que tanto Platón com Heidegger –cuando se referían a situaciones humanas– buscaran refugio en tiranos y ‘Führer’.” A esa pasión ella la llamó deformation profesionelle. Y añade: “Esa inclinación hacia lo tiránico teóricamente puede adjudicárles a casi todos los grandes pensadores (Kant sería una gran excepción)”. Citándolo a Heidegger continúa: “Muy pocos tenían la capacidad de asombrarse ante la sencillez... tomar ese asombro como lugar habitable... en estos pocos es últimamente igual hacia dónde nos llevan las tormentas del siglo. Porque el huracán que atraviesa el pensamiento de Heidegger –como aquel que todavía nos roza desde la voz de Platón– no tiene nada que ver con el siglo. Proviene de lo más antiguo y deja algo concluso que, como todo lo concluso, atañe al pasado”.

Palabras... Para justificar a quien tal vez seguía siendo, en lo más recóndito, su amor de adolescente. O para justificarse a sí misma. Por qué para un apenas lacayo de cuarta como Eichmann, la pena de la horca, y a Heidegger, la comprensión dentro de la crítica rebuscadamente filosófica. Para Eichmann, el ejecutor, nada más que la soga al cuello. Para Heidegger –que dio el ejemplo en 1933 de afiliarse al partido nazi y así influenciar a sus miles de alumnos y de lectores en su tierra y en el mundo entero–, a él nada más que explicar todo como “una deformación profesional”. ¿Es banal el amor o son banales los que justifican todo a través del amor? Una pregunta difícil de contestar. Ni el amor es banal ni la maldad es banal, aunque muchos se comportan en forma banal con expresiones profundas. (Esto no implica ninguna crítica a los títulos de la obra de Hannah Arendt ni a la obra teatral de Savyon Liebrecht, al contrario, son títulos mordaces que hacen pensar.)

Hanna Arendt escribirá en 1949 que para ella los dos más grandes filósofos de su época fueron Heidegger y Jaspers. La pregunta es: ¿a la humanidad y al propio Heidegger les sirvió de algo en la vida ser “grande”, cuando se falta tan profundamente a la ética?

Pero en esa misma Alemania se demuestra lo que es la verdadera conducta ética. El 15 de enero concurrieron más de setenta mil personas (cálculo del diario principal de Berlín, Tagespiegel) a llevar claveles rojos a la tumba de Rosa Luxemburgo, a 89 años de su cobarde asesinato por militares en Berlín. Se repite así un homenaje que se cumple todos los años. No hay figura que se recuerde así, en ninguna parte del mundo. Ni grandes pensadores, ni héroes históricos, ni políticos. Es un increíble ejemplo de respeto, recuerdo y admiración por la obra y la ética de esa mujer. Sus profundos escritos acerca de cómo el mundo debía luchar por un sistema definitivo que trajera la paz eterna y terminara con las injusticias sociales deberían ser lectura en todos los últimos años de los colegios secundarios y de las universidades, y tema preferido en centros culturales. Fue pacifista y por su lucha estuvo presa en las cárceles del Kaiser casi los cuatro años de la Primera Guerra Mundial. Fue en ese tiempo fundadora del Grupo Internacional Antimilitarista. Propuso siempre la solidaridad internacional de los trabajadores y por eso sostenía que ningún trabajador alemán debía apretar el gatillo contra un trabajador francés o de cualquier otra nación. Cuando, pese a su lucha, se declaró la guerra, dijo: “Cuando escuché la noticia, pensé en suicidarme. Me di cuenta de que había vencido el oportunismo”. Ese oportunismo e irracionalidad que costó la muerte de miles de jóvenes. Rosa estaba contra la violencia y señalaba que el arma fundamental para la revolución obrera debía ser la huelga general. Fue una luchadora contra la pena de muerte. Y defendía la Libertad como un fundamento absoluto de la sociedad. Su frase que más trascendió en la historia fue: “Libertad es siempre la Libertad del que piensa distinto”. Durante la revolución alemana, el 15 de enero de 1919, fue detenida en el hotel Eden, y en la puerta misma el suboficial Runge le dará un culatazo en la cabeza y luego será asesinada por el teniente Souchon, que le pegó un tiro en la sien. Terminaba así esa cabeza que tantos principios profundos enseñó a la humanidad.

En el recordatorio del martes pasado, ante su tumba, se vio a jóvenes y viejos con lágrimas en los ojos. Su tumba quedó cubierta totalmente por claveles rojos que llevaron cada uno de los asistentes. Un diario tituló el acto así: “El día en que faltaron claveles rojos en Berlín”. Y se escucharon las viejas canciones obreras de siglos pasados.

Un ejemplo. Es curioso: los héroes de la sociedad en sus monumentos no son recordados, amén de algún acto oficial cada cincuentenario de su muerte. Pero a Rosa Luxemburgo la recuerdan como a nadie, año tras año, después del espantoso y cobarde crimen.

Que tengan esto en cuenta todos aquellos que aman el poder por el poder mismo. La historia va filtrando y sólo quedan aquellos que dieron sus vidas por esa palabra con la que comenzamos: la Etica, que es siempre el no rotundo a la muerte y el firme sí a la Vida.

No hay amores banales, como tampoco hay crímenes banales.

Via:http://www.pagina12.com.ar/diario/contratapa/13-97695-2008-01-19.html

Contratapa|Sábado/19-Ene-2008| Por Osvaldo Bayer

La pintura es de Carratalá, creo. Gracias.

Yo sueño, tú sueñas, él sueña...

Yo sueño, tú sueñas, él sueña...

 
Pues si, todos soñamos y pobre de quien no consiga soñar porque, además de ser tan necesario, casi es lo único que nos queda. Eso si, sin despegar los pies de la Tierra, no siendo que estemos durmiendo claro! Aunque según dice Michele Catanzaro:
 
"Manipulando nuestra percepción, los científicos ya pueden inducir en nosotros la sensación de que abandonamos nuestro cuerpo, e incluso hacernos creer que nos vemos desde fuera de él."
 
También nos relata y comenta que: "Durante un turno de noche, una ambulancia trajo al hospital a un hombre de 44 años en coma. Al momento de intubarlo y pasarlo a la unidad de cuidados intensivos, le quité la dentadura postiza, la puse en un cajón y me olvidé de ella. Cuando se despertó, después de una semana, me vio y exclamó: ¡Esa enfermera sabe dónde está mi dentadura! Me la quitó y la puso en un cajón. Le pregunté cómo podía haber visto ese gesto, ya que estaba en coma. Era como si estuviera flotando cerca del techo, contestó. Veía desde arriba a los otros doctores y a mí mismo. Intentaba desesperadamente comunicaros que estaba vivo. El paciente dio una descripción detallada de la habitación y del personal médico. Y comentó que desde entonces ya no le tenía miedo a la muerte”.
 
"Este relato de una enfermera holandesa apareció publicado en diciembre de 2001 en The Lancet, una de las revistas médicas más prestigiosas. Es un caso de lo que podríamos llamar “experiencia extracorpórea”. La explicación de estos fenómenos catalogados como paranormales todavía no está clara. Sin embargo, ahora es posible pedir experiencias extracorpóreas a la carta."

"En relación con el tema de la soledad, resulta que no sólo afecta a nuestra salud y no es buena consejera. También resta eficacia a la respuesta defensiva de nuestro organismo. Un equipo de investigadores de la Universidad de California (UCLA) acaba de identificar un patrón de expresión genética en las células del sistema inmune Journal of Genome Biology (http://genomebiology.com/) propio de aquellas personas que padecen o disfrutan de modo crónico altos niveles de soledad."
 

Noticia, artículo y comentarios que pude ver en: http://www.muyinteresante.es/

 

 

Soledad, la plaga del siglo XXI - Vicente Verdú

Soledad, la plaga del siglo XXI - Vicente Verdú

Biografía: Vicente Verdú nació en Elche en 1942. Escritor y periodista, se doctoró en Ciencias Sociales por la Universidad de la Sorbona y es miembro de la Fundación Nieman de la Universidad de Harvard. Escribe regularmente en el El País, diario en el que ha ocupado los puestos de Jefe de Opinión y Jefe de Cultura. Entre sus libros se encuentran: "Noviazgo y matrimonio en la burguesía española", "El fútbol, mitos, ritos y símbolos", "El éxito y el fracaso", "Nuevos amores, nuevas familias", "China superstar", "Emociones y Señoras y señores" (Premio Espasa de Ensayo). En Anagrama, donde se editó en 1971 su primer libro, "Si Usted no hace regalos le asesinarán", se han publicado también los volúmenes de cuentos "Héroes y vecinos" y "Cuentos de matrimonios" y los ensayos "Días sin fumar" (finalista del premio Anagrama de Ensayo 1988) y "El planeta americano" con el que obtuvo el Premio Anagrama de Ensayo en 1996. Sus dos últimos libros son "El estilo del mundo"."La vida en el capitalismo de ficción" (Anagrama, 2003) y Yo y tú, objetos de lujo (Debate, 2005).

Soledad, la plaga del siglo XXI - Vicente Verdú

Las grandes ciudades están llenas de solitarios. Crece el número de viviendas ocupadas por una sola persona y el trato físico se sustituye por las relaciones a distancia, por Internet. Es una epidemia que va en aumento.

La soledad de las grandes ciudades, el hiperindividualismo, la muchedumbre solitaria, las mónadas sociales, fueron temas relevantes en la segunda mitad del siglo XX, pero apenas se habla ya de ello. Los individuos no se han entrañado ni abrazado más entre sí, pero electrónicamente se han comunicado de tal modo que el fenómeno de la interconexión parece haber acallado las inquietudes o las voces del aislamiento.

Se trata, sin embargo, de dos realidades paralelas. Mientras la relación en el cuerpo a cuerpo sigue debilitándose, la relación a distancia, máscara a máscara, aumenta y prolifera. La aventura de ser un individuo diferente o, mejor, siempre dependiente de la imagen proyectada en los demás, se ha provisto ahora de un artilugio mediante el cual la apariencia de nuestra identidad se enreda con nuestras artes de engaño. Nuestro diseño, en fin, se encuentra más en nuestras manos a través del atrezzo, el nickname, el avatar, los juegos del sexo y la edad u otros recursos para hacer personajes de la persona y versiones de lo real.

El prójimo es siempre insustituible para poder ser algo, pero la proporción que de su efectiva sustancia se necesita para esbozar nuestro perfil social puede sustituirse, en parte, por nuestra habilidad para fingir en la pantalla, travestirse en la Red y recrearse en el nuevo espacio virtual, inconcebible hasta ahora.

Indudablemente, la satisfacción no será comparable a la que proporciona un amor encarnado o una consideración tangible, pero, poco a poco, este mundo electrónico será casi todo lo que hay, y la vida en su seno decidirá una porción variable de nuestra composición general. Lo transparente procura abrigo, lo remoto segrega afectividad, lo virtual se materializa, y el sucedáneo, como en las gulas, será progresivamente el único gusto atribuible a la angula.

Incluso, con el uso y el consumo de compañías y sentimientos en la Red, lo que hoy parece sucedáneo borrará su estigma subsidiario y ascenderá de pleno derecho al mundo que alivia los surtidos de la soledad.

Las ‘webs’ sociales. Tras el boom de las compañías puntocom de hace seis años ha estallado el éxito de las empresas que gestionan los puntos de encuentro entre millones de usuarios. Al éxito de la tecnología aplicada a los negocios sucede la multiplicación de los negocios que tienen su base primordial en las personas.

El conocimiento científico, las informaciones de consumo, las opiniones políticas se cruzan en una trama que ha facilitado y estimulado la Red.

Y este universo de contactos innumerables posee una importante condición inédita: conectamos con más gentes sin tener que sufrir la penalidad de su aliento. El contacto “personista” se define así por una relación entre personas distantes y distintas, pero sin su extraño o atosigante tufo.

Crece la conexión y hasta la implicación, pero no los compromisos fuertes ni los entrañamientos hondos. De la misma manera que el saber actual es más superficial que profundo, la relación con las personas a través de la Red conforma un modelo a su imagen y semejanza. Tratamos con una multiplicidad de individuos para degustarlos fragmentariamente en aquellos aspectos que nos complacen, nos divierten o nos interesan.

El mundo avanza de esta manera como en un frente de infinitas relaciones ligeras. Vivimos o navegamos, y en lugar de llegar hasta el fondo del otro sustituimos la cavidad por el surf y el corazón por el botox. La interrelación resulta así menos personalista al modo católico de Mounier y, por el contrario, cada vez más “personista”.

En Corea del Sur, las relaciones sociales y afectivas a través de los medios electrónicos superan ya en frecuencia y número a las que se mantienen cara a cara. El rostro de Corea del Sur nunca se nos reveló con nitidez en Occidente, pero ¿no irá sucediendo lo mismo con la vasta y difusa trama que domina Internet y la derivación de su influjo? ¿En qué punto, por ejemplo, se encuentra hoy aquella amistad que amortiguaba la desazón de estar solo? De un lado crecen los telecontactos, aumentan las sectas, se multiplican los clubes, las pandas y las tribus urbanas, y de otro se incrementan los hogares ocupados por una sola persona hasta alcanzar más de la tercera parte de las viviendas en las grandes capitales de Occidente. En este contradictorio contexto, ¿dónde se halla el gozne de la compañía y el apoyo contra la soledad?

La mirada del otro. Muchos nexos y pocos vínculos, mucha conversación en horizontal y escasa en vertical. No es tanto ya la desconfianza en el otro lo que reduce el peso de la amistad, sino la dificultad laboral y residencial para cultivarla y enriquecerla. Poco a poco, sin pensarlo ni ponderarlo, vamos reduciendo la compañía eficaz al recinto de la pareja y sobre ella van concentrándose tantas demandas y exigencias, tanto socorro, que acaba cediendo en sus cimientos o ardiendo por exceso de exigencia.

El otro puede ser un verdugo o un lujo, aunque siempre posee partículas de ambos y siempre parece mejor que estar solo hallarse acompañado porque de la misma manera que no hay mejor especialista en la tortura que el autorturador ni tampoco peor enemigo de la lucidez que nuestra propia ofuscación, el otro cumple como elemento necesario para despejarnos. Aquel que nos observa desde fuera, liberado de nuestra fijación, puede actuar como la llave de nuestra cura. Todo problema tiene su solución, pero a menudo no se halla en nuestro reino y alguien amado, venido desde fuera, abre el encierro. Los términos se vuelven más claros como por ensalmo y saltamos desde su precipicio a la calma gracias a la cirugía de la ajenidad.

No significa, sin embargo, que el otro represente al mágico bálsamo de fierabrás. La especie humana prefiere, en general, no convivir demasiado junta. Precisamente, lo peor de la cotidianidad de las abejas procede de su obligatoria, eterna y hacinada colaboración. Nada parecido al orden de los seres humanos, que encuentran en la soledad una ocasión de lavado y salud precisas.

No será lo mismo la soledad que la independencia, pero la soledad elegida y la independencia conquistada se acercan mucho entre sí. Complementariamente, la calidad del lazo aumenta si ambos asumen su independencia y están juntos pudiendo estar distantes después. La relación florece cuando nadie acarrea su desolación y la soledad posterior a un desacuerdo no se traduce en devaluación o suicidio.

Somos con los demás y los demás son con nosotros, pero sin apelmazamientos. El amor, la amistad, nos construyen mutuamente si los pilares no descansan desequilibradamente. La interdependencia no es, por tanto, suma de dependencias, sino juego de independencias de manera que la metáfora del panal nos endulza tanto como nos encarcela.

Somos, en suma, seres comunitarios y solitarios, ciudadanos e individuos. El inconveniente de la soledad en relación a la visión del mundo reside en que una idea o una opinión mantenida en solitario es prácticamente igual a una creencia, mientras la idea compartida se vuelve convicción y ayuda a trazar itinerarios comunes y a formar un mapa iniciático del que irá hilvanándose una más alegre concepción del mundo.

Pero no revueltos. Contra la exaltación de la compañía, sin embargo, hay que decir que la demasiada presencia del otro es opuesta al progreso. Si los medios de comunicación moderna han triunfado y se han popularizado tanto es debido a su fórmula de permitir hallarse presentes sin presentarse. La pérdida de presencialidad ha ensanchado la lucidez del intervalo en no pocas relaciones ahumadas.

El espectáculo del otro sustituye así, muchas veces en nuestros días, a la realidad efectiva. Las pantallas omnipresentes operan como un cámara de transmutación de lo real para crear el mundo de una irrealidad liviana compatible con la idea de la ausencia. De otra parte, lo específico de nuestra especie no es el contacto con los demás, sino la distancia. Son especies de contacto aquellas que se apiñan por placer y permanecen piel con piel durante horas, como el hipopótamo, el cerdo o el erizo.

Pero hay especies de “no contacto”, entre las que se encuentra el caballo, el perro, el gato, la rata y también los seres humanos. No nos aguantamos demasiado cerca. Puede ser que este rechazo no predomine siendo cachorros o siendo bebés, pero en cuanto se alcanza el estado adulto, toda confortabilidad requiere holgura. Y no ya un hueco para pensar o atacar mejor, sino como hábitat primordial de la supervivencia.

El hacinamiento nos mata, y bastaría la excesiva proximidad para enfermarnos. El individuo (indivisible) requiere para su definición una esfera en la que reine el olor y el amor propio. El abrazo amistoso, la asociación religiosa, el equipo, el vecindario, son elecciones desde la soledad primigenia en que nos fundamos y nos reconocemos. Nada que ver con el pantanoso cosmos del cerdo, la aglomeración de erizos o el apegamiento de los hipopótamos.

En el fondo, además, siempre estamos solos. Más solos que la una y a casi cualquier hora, pobres o ricos, sanos o con hernias. Proust escribía: “Nos comunica alguien su enfermedad o su revés económico, lo escuchamos, lo compadecemos, tratamos de reconfortarle y volvemos a nuestros asuntos. ¡Qué solas estamos las personas!”.

Y qué bello disfrute hallamos en esa oquedad cuando a ratos, voluptuosamente, la escogemos.

Más trabajos del mismo autor y de otros: clica aquí mismo.

Confidencias

Confidencias

Desde que hace algun tiempo conoci este espacio llamado Internet, han sido “Grupos”, “Listas”... En unos lugares he participado más activamente que en otros y a veces sólo como oyente, o los he tenido que dejar por solidaridad, si, como en un acto que trataba de ser consecuente. Pero todas las personas me han aportado algo y a no pocas les he tomado un cariño muy especial.

Muchas de esas personas saben, o intuyen, que hay momentos en que no puedo evitar que la humedad me cale hasta los huesos, y que no sé que hacer con tanto sentimiento. Puede que sea la proximidad de unas fechas cargadas de recuerdos y ausencias que se me escapan de donde tienen que estar, pero que se me amontonan y forman una montaña que se me presenta con esa tremenda debilidad, siempre al acecho, que amenaza con ponerme en un lugar donde no quiero estar. Es entonces cuando, como ahora, procuro alejarme hasta que se me pasa la tontería : )

Algunas de esas personas me honran con su amistad, con su infinita paciencia me han escuchado y hecho sentir querida y acompañada... cuando he tenido tan poco que dar... Otras ya no estan, pero si en una parte de mi que guarda su recuerdo; descansen en paz.
Desde ya, se avecinan fechas que suelen celebrarse; para todos mis mejores deseos.

Se os quiere, mis "desconocidos" amigos.

¡Ese es mi Tuno!

¡Ese es mi Tuno!

 

Cuando me siento frente al ordenador a menudo él se acerca a la mesa donde estoy, husmea un poco y comienza a lamerme la mano y los dedos que tengo sobre el ratón, soy diestra, me dejo hacer y apoyándose primero en el brazo continua lamiendo hasta llegar a mi cabeza y cabello enredándosele la lengua con él, al momento y para desengancharse endereza levemente el cuello, sacude varias veces la cabeza y sin dejar de mirarme a los ojos consigue su objetivo, llegar a mi cara y a lametazos obligarme a cerrar los parpados.

_ ¿Cariño, qué tienes? Le pregunto mientras lo abrazo y beso los bigotes, mordisqueo tras la oreja y cuello como a él le gusta, y antes de que se ponga nervioso le dejo ir: sin prisa se estira perezoso dejándose caer sobre un sofá-cama cercano, y por su actitud y modo de mirar sospecho lo que piensa y hasta lo que me diría en muchos momentos,

_ Ufff, que cruz tengo con esta mujer... Bueeeno, te permito que me quieras.

Buen chico, teniendo en cuenta, claro él no puede saber... pero que se puede hacer cuando tienes en tu vida un Tuno que es un amor; pues eso, quererlo.